lunes, 21 de abril de 2014

Navanethem Pillay, la mujer que hizo posible la paz en Ruanda



Cuando se cumplen veinte años del genocidio más sangriento que se recuerda, aquel en el que en menos de cuatro meses fueron pasados a machete más de 800.000 personas, la guerra de Ruanda sigue siendo una lección sobre las consecuencias de la manipulación política de las identidades, pero también sobre la forma en que una jueza, Navanethem Pillay, encontró una fórmula para la reconciliación. Con ella, la internacionalización de la justicia dió un nuevo y gran paso que facilitaría el procesamiento de Pinochet.
"¿Qué está pasando en el mundo?, ¿por qué poblaciones antes pacíficas se lanzan a cometer crímenes tan horrendos como el canibalismo o violaciones con palos?, ¿quiénes los incitan, quiénes ponen las armas, el dinero?, ¿a quiénes deberíamos estar juzgando que no están en la sala?". En una entrevista realizada en Toledo, una mañana de septiembre de 2009, al poco tiempo de iniciar su segundo mandato como presidenta del Tribunal Internacional de las Naciones Unidas para enjuiciar los crímenes de guerra de Ruanda, Navanethem Pillay me contaba cómo seguía despertándose a las cuatro de la mañana para hacerse éstas y otras muchas preguntas. 



¿Degradación de la raza humana o estrategia de guerra?
 

"Mujeres a las que les rebanan los pechos o son violadas en público antes de ser asesinadas, ¿es algo nuevo en las guerras de hoy? Es una pregunta que me he hecho muchas veces. ¿Estamos asistiendo a una degradación de la raza humana? Sabemos de las esclavas sexuales de los japoneses durante la II Guerra Mundial; sabemos que en Vietnam muchos soldados recibían el mensaje de que era moralmente aceptable violar a las mujeres del Vietcong. Tal vez son atrocidades que siempre estuvieron ahí y que sólo ahora empezamos a conocer gracias a que las mujeres tienen la valentía de hablar y denunciarlas. Antes, una violación se ocultaba porque era más importante preservar el honor del hombre de la familia que ocuparse del sufrimiento de la mujer. Ya no. Pero la gran proliferación de este tipo de atrocidades en las guerras de hoy hace preguntarse si se trata de una estrategia militar que se emplea ahora para aniquilar al otro. Sólo te las explicas cuando oyes tantos testimonios revelando las órdenes que se daban desde arriba a los soldados para destruir e impregnar a las mujeres del enemigo. Por ello, en el Tribunal de Ruanda hemos sentado precedente al incluir las violaciones de guerra dentro de los crímenes de genocidio y contra la humanidad."

El tribunal para Ruanda, con sede en Arusha, Tanzania, no sólo había sentado ya escuela jurídica en muchas cuestiones relacionadas con los crímenes de guerra, si no que ha sido todo un campo de entrenamiento para la hoy Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con sede en Ginebra. La resistencia a lo que una conciencia podía soportar, se medía en Ruanda.
 
Mensajes dentro del sujetador para Nelson Mandela
 

Por ello, al ver por primera vez a Navanethem Pillay una mañana en Toledo, donde la jueza asistía a un congreso de mujeres juristas, pensé que me había equivocado de persona. La risa contagiosa y el aspecto asombrosamente joven para una mujer de 59 años no parecía cuadrar con alguien que todos los días tenía que tratar con semejante barbarie. Su mirada conservaba todavía el brillo travieso de la abogada que en su juventud desafiaba los controles carceleros de la prisión de alta seguridad de Robben Island, pasando mensajes escondidos dentro del sujetador para Nelson Mandela. Pillay, una sudafricana de origen indio doctorada en Harward, había sido una destacada defensora de los presos y víctimas del apartheid, y la primera abogada de color en ejercicio en Sudáfrica en 1967, antes de ser también la primera mujer negra en el Tribunal Supremo de su país en 1995, nombrada directamente por Nelson Mandela. Lo que no le impediría ser una de las voces más críticas con la amnistía decretada por el presidente negro para los crímenes del apartheid, igual que ahora lo era con las limitaciones del tribunal que le tocaba presidir.
 
Una matanza orquestada
 

"Si tienes una clase media con trabajo, medios de vida y educación, tienes a gente interesada en preservar la sociedad y la ley de su país. Pero cuando la gente es tan pobre, carece de educación y se siente impotente, es muy fácil conseguir que participe en la barbarie, como sucedió en Ruanda. Se derribaron todas las convenciones sociales y culturales, y gentes que hasta entonces habían convivido armoniosamente, que incluso se habían casado entre sí, se lanzaron a matar y comerse la vaca del vecino, violar a sus mujeres".

Según Pillay, la pobreza era la que llevaba a jóvenes sin tierra ni futuro a afiliarse en milicias como único medio de vida, donde se convertían en la mano armada de los instigadores políticos y económicos.

"Tenemos cada vez más evidencia de que el estado de barbarie fue propiciado por intereses políticos que se dedicaron no sólo a explotar las diferencias étnicas, sino incluso a planear el genocidio".

-¿No fue un estallido de venganza de la mayoría hutu contra la minoría tutsi? - le pregunté.

-No fue un estallido espontáneo de odio como se ha hecho creer - fue la respuesta de Pillay
-. Al menos no es lo que sale a la luz en los juicios. Estamos oyendo como fue planificado y organizado desde arriba. Los paramilitares del Interahamwe sabían muy bien a quienes mataban cuando llegaban a los hospitales. Y lo mismo sucedía en los controles de carretera, se sacaba de los coches y mataba a los tutsis y se dejaba al resto, fueran hutus o extranjeros. El ex primer ministro Kambanda, entre otros testigos y procesados, es uno de los que ha contado cómo se planificaba desde el gobierno, y se declaró culpable de participar en decisiones para repartir armas y matar a los tutsis.

La participación de varios hombres de negocios como el director de la Tea Factory, Alfred Musema, recién condenado a cadena perpetua, era una prueba de intereses económicos que iban más allá de los políticos tras las matanzas, según la jueza. "Como director de una fábrica, la capacidad para contratar y despedir a la gente daba a Musema una posición de poder y liderazgo sobre todos aquellos que dependían de él. Se le encontró culpable de dar órdenes a civiles para matar y violar, y toda la evidencia señala que eran dadas dentro de un marco de colaboración con el gobierno y el ejército. Otro hombre de negocios, Rutaganda, era, además, el segundo de la milicia Interahamwe. Ahora bien, averiguar qué intereses económicos o extranjeros había tras esa guerra no es nuestro cometido. De momento."
 
"El mundo se juzga en Ruanda"
 

De momento. En sus palabras quedaba claro que, aunque asumía la limitación de sus funciones como juez a lo que se veía en la sala, sabía que los principales culpables estaban fuera. “El mundo se juzga en Ruanda”, se tituló aquella entrevista publicada en el dominical de El País ese mismo septiembre del 2000.

“Ha sido la impunidad la que ha permitido cometer las mayores atrocidades en África, incluidos los más terribles crímenes de naturaleza económica. Y aunque no tenemos competencia para juzgarlos, es imposible no hablar de ellos cuando ves a tanta gente luchando por sobrevivir mientras ciertos líderes nadan en el lujo y sacan billones de dólares del país para ponerlos en los bancos de Occidente. No puedes pasar por alto casos como el de Mobutu. Cuando robas los diamantes, los recursos de un país, como en el Congo, los efectos son los mismos que si cometieras genocidio".

Eran días en que los juicios por corrupción política en Europa estaban poniendo en evidencia las relaciones de petroleras como la Elf con dictadores africanos como Mobutu, por lo que la juez Pillay creía necesario tipificar y dar mandato a los tribunales internacionales encargados de juzgar crímenes contra la humanidad para que incluyeran los graves delitos económicos.

Una pelea entre potencias por la supremacía de África
 

-Muchos analistas han querido ver en la guerra de Ruanda un episodio más de la pelea entre Francia y Estados Unidos por la supremacia en África, la primera como aliada de los hutus y el segundo de los tutsis - fue otra de mis preguntas.

-Toda la evidencia que ha salido a la luz en los juicios es que existía un grupo interesado en frustrar los acuerdos de paz firmados antes de las matanzas de 1994, los cuales aseguraban un parlamento con representación de todas las minorías y fuerzas políticas. Ahora bien, qué otros intereses o poderes estaban implicados, quién puso el dinero o las armas no ha salido a la luz. Todavía. Pero puede salir en forma de pruebas y testimonios, como el del antiguo mando de los cascos azules en Ruanda, quien había advertido de la necesidad de intervenir antes de las masacres a partir del conocimiento que tenía de las enormes cantidades de armas que estaban entrando y distribuyéndose de forma clandestina por todo el país. Cuando, además, ves por las pruebas dejadas por los cascotes de bala que ninguna de las ametralladoras ni armas que se utilizaban eran fabricadas en Ruanda, no puedes dejar de preguntarte quién se las estaba facilitando, qué otras fuerzas estaban interesadas o implicadas.

-¿Hace usted estas preguntas en el juicio?

-No podemos hacerlas en el juicio, pero nos las hacemos dentro de nuestra cabeza. Por supuesto, como juez te pones orejeras y te acostumbras a escuchar de forma científica, tomando nota sólo de las pruebas que hacen al caso que se juzga, diciéndote esta prueba es pertinente, la otra no. Pero cuando te despiertas a las cuatro de la mañana en casa no puedes dejar de hacerte todo tipo de preguntas.
 
Ruanda como campo de tiro de las multinacionales
 

Ruanda y, por extensión, el resto de Africa, se había convertido una especie de campo de tiro donde se habían congregado francotiradores de todo el mundo a la caza de riquezas y favores. Pocos días antes, Ében Barlow, el máximo responsable de la compañía sudafricana Executive Outcomers, dedicada al tráfico y suministro de mercenarios, declaraba a Reuters que la mayoría de sus clientes eran particulares y que las guerras en África dependían cada vez menos de los estados y más de las multinacionales. "Es un ejemplo más de las enormes lagunas que tiene la justicia para ocuparse del tráfico de armas, drogas, mujeres, mercenarios, o controlar a todos aquellos que entran y salen de los países con diamantes y enormes sumas de dinero para colocar en bancos occidentales o comprar armas -explicaba Pillay-. Por ello insisto en la necesidad de juzgar estos crímenes. No puedes matar y saquear los recursos de un país para llevártelos a tu cuenta corriente y luego recibir refugio e incluso ser tratado como alguien respetable en la Rivière francesa como Mobutu, u en los países árabes como Idi Amin. Los responsables económicos, políticos y militares creen que pueden salirse con la suya porque países occidentales a los que nadie critica les han estado dando cobijo. Es algo que hoy preocupa a los pueblos de todo el mundo. Seguramente el procesamiento de Suharto es consecuencia de esa misma preocupación.

Navanethem Pillay sabía que lo que se dictase para Ruanda y la ex Yugoslavia, los dos primeros tribunales internacionales creados tras el de Nuhremberg 50 años antes, sería un mensaje lanzado al mundo, creando un ejemplo a seguir sobre el fin de la impunidad.

"Hasta ahora, en otras partes, como en La Haya, el Tribunal creado para los crímenes de guerra en la ex Yugoslavia, solo se ha logrado juzgar a soldados y responsables de bajo nivel, lo que en los periódicos han llamado "peces pequeños". En cambio nosotros tenemos bajo nuestra custodia a 40 acusados que tenían mando y daban órdenes, desde el primer ministro del momento y demás miembros del gobierno a comandantes del ejército, alcaldes, gobernadores, hombres de negocios, lo que se llama "peces gordos". Somos los primeros que han condenado a un jefe de gobierno y dictado una condena por genocidio y crímenes contra la humanidad desde Nuremberg, que ahora puede servir de precedente para enjuiciar a Pinochet." Una cifra, que a día de hoy, ha pasado a más de 500 acusados de relevancia.

Las mujeres, la nueva conciencia de África

-¿Es casualidad que los dos tribunales estén presididos por mujeres? Carla del Ponte, la presidenta del Tribunal Internacional de La Haya, es además juez instructor en el de Ruanda. Y, a la vez, usted está en el consejo del de La Haya ¿Qué papel están teniendo las mujeres en la resolución de los conflictos?

-Las mujeres, como víctimas y también por ser las que se quedan a cargo de la familia son las que están detectando y denunciando de forma más clara y contundente la naturaleza de las nuevas guerras - fue la respuesta de Pillay-. Se dan cuenta de cómo influyen en la vida cotidiana tanto las decisiones políticas y económicas como la actuación de los que roban los recursos de los países. Por ello, siento que son las que están creando el granero de la nueva conciencia. Antes de que viéramos las protestas de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio el pasado mes de diciembre, las mujeres de África llevaban tiempo diciendo No a la OMC, No al Banco Mundial, No al FMI. He estado en todas las conferencias importantes de mujeres en África que precedieron y sucedieron a la cumbre de Pekín de 1995, y puedo decir que llevan mucho tiempo denunciando los crímenes económicos como uno de los efectos más terribles de la globalización.

La reconciliación de un país herido de muerte
 

Una ambición y unas miras planetarias que no le impedían, sin embargo, ser realista sobre el lento y trabajoso proceso de reconciliación interna con el que se enfrentaba la Justicia dentro de Ruanda.

"Todavía no está teniendo todo el impacto que debería sobre la población en Ruanda, aunque los juicios se transmiten por radio desde la sede del tribunal en Arusha, Tanzania. Por ello, hemos acordado con el gobierno ruandés abrir un centro de información en Ruanda con documentación y videos que permitan seguir los procesos y estamos pensando en ampliar la difusión de nuestro trabajo por televisión. Es importante que llegue a los ruandeses y a todos los africanos el mensaje de que se ha terminado la cultura de la impunidad para todos".

Juzgar a los de arriba era no sólo un mensaje dirigido al mundo, sino una forma de restablecer la confianza en la justicia entre la población.

"Afortunadamente nuestro trabajo coincide con el de los tribunales nacionales de Ruanda, los cuales llevan más de 115.000 casos. Al igual que han hecho las comisiones de la verdad en Sudáfrica y otros países que salen de una guerra o dictadura, también allí se está tratando de exponer a la luz lo que ha sucedido. Pero para hacer frente a tal cantidad de denuncias a nivel local, se ha revitalizado el viejo sistema tribal para dirimir conflictos llamado Gachacha. En lugar de enviar a los culpables a la cárcel, se les suele encargar que realicen ciertos cometidos en desagravio para la comunidad. Es una gran cosa que los ruandeses hayan encontrado una solución propia para encargarse de impartir justicia local y parar las venganzas en los pueblos, en lugar de copiar o aplicar algo que les viene de fuera".

La otra medida fue eliminar del carnet de identidad la denominación de tutsi o hutu, dos tribus que, por otra parte, no se distinguían ni racial nilinguïsticamente entre sí.

Hoy, cuando Ruanda celebra su semana de luto nacional, 20 años después del estallido de la matanza, y casi 14 después de esta entrevista, puede decirse que de ningún otro lugar la Justicia ha sacado tantas lecciones para el resto del mundo ni ha tenido un papel tan decisivo en la reconciliación de un país que parecía herido de muerte.



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