domingo, 9 de junio de 2013

WINNIE MANDELA, LA PANTERA REINA

Con Winnie, en su casa de Soweto.
Dos almas tiene Sudafrica, Nelson y Winnie Mandela, dicen los que se preparan a devolver al lugar que le corresponde en la historia a la mujer que más pasiones suscita, ahora que, con lo que parece el inminente fin del líder incontestable de la patria, termina la era de consenso.


Si Nelson Mandela es un líder sin precedentes para el mundo, Winnie lo sigue siendo para el llamado poder y orgullo negro, un movimiento que hoy permea las universidades y barrios negros desde Estados Unidos a Sudáfrica, pasando por varios países y continentes, entre ellos España. Para los Panteras Negras y jóvenes radicales de medio mundo, para aquellos que, dentro de Sudáfrica, reclaman la recuperación de la memoria histórica o los descontentos con un gobierno negro que ha mantenido las mismas estructuras económicas del blanco del apartheid, Winnie sigue siendo la revolucionaria, la Pasionaria, la reliquia de un tiempo en el que el Congreso Nacional Africano defendía una cierta idea de socialismo y los negros luchaban no solo contra el racismo sino también contra las desigualdades de todo tipo.

Primera entrevista en Sudafrica

Orgullosa, caprichosa, ingobernable, temida y adorada. En cuanto la ví por primera vez supe que no solo era la portavoz de su marido en la cárcel, también su principal quebradero de cabeza. Al recordar a la mujer desafiante, arrogante, sentada ante mí en su casa de Soweto semanas antes de la liberación de Nelson Mandela en febrero de 1990, no puedo evitar sentir todavía una mezcla de fascinación y pavor ante aquella mujer que te fulminaba con la mirada. Si con la entrevista a Nelson Mandela pondría el broche de oro a 30 días trepidantes que precedieron al fin del apartheid, con Winnie hacía mi entrada en la realidad sudafricana. Final y principio para la cobertura informativa más intensa y emocionante que he realizado, también la más imprevista.

Había llegado a Johannesburgo con una bolsa de mano por todo equipaje, donde iban algunos efectos personales, el ordenador, un destornillador y unas tenacillas que te permitían desmontar el teléfono de tu habitación para conectar -al estilo de lo que hacen los cacos con los coches- el ordenador con la toma del teléfono. Había nacido el modem, al fin, y era el primer viaje como enviada especial en el que no tendría que correr a telégrafos para repicar cada crónica o pasarte horas pidiendo línea y dictándola por teléfono.

Portada de la entrevista en el Dominical de Diario 16.
Pero desde el mismo momento en el que aterricé empezaron a precipitarse las noticias sobre el inminente fin del apartheid, convirtiendo lo que debía ser una visita de dos o tres días en una de más de un mes. Las noticias sobre las negociaciones entre el gobierno blanco y el Congreso Nacional Africano, el partido liderado por Nelson Mandela desde la cárcel, se sucedían desde hacía casi dos años, lo que había convertido a Winnie Mandela, portavoz de su marido, en el personaje más influyente y visible, además de vistoso, de Sudáfrica. Así que la incluí en la lista de entrevistas a los 10 personajes mundiales más relevantes del momento que estaba haciendo para Diario16.

Para ello me había pasado días escarbando en los archivos del periódico en Madrid y llamando a Johannesburgo para conseguir hablar con algún portavoz de Winnie en el Congreso Nacional Africano. El teléfono pasaba de mano en mano como si estuviera en medio de una gran sala en la que todo el mundo entraba y salía, hasta que al otro lado escuché una voz que al fin me preguntaba que quería y quién era.

-Quiero entrevistar a la señora Mandela.

-De acuerdo, llame mañana.

Me pregunté si solo era alguien que tenía prisa por soltar el teléfono. Para ninguna de las demás entrevistas de la serie había recibido una respuesta tan rápida o prometedora. Pero llamé al día siguiente y la misma voz de un negro joven me contesto:
 
-La señora Mandela la verá el viernes.
 
 
Winnie la imprevisible
 
Debía ser martes o miércoles, el tiempo justo para salir zumbando. Estaba loca de contento, pero al mismo tiempo no sabía qué autoridad real tenía mi interlocutor o hasta qué punto podía fiarme de sus gestiones. Así que en mi ingenuidad periodística llamé al corresponsal de uno de los principales medios británicos en Sudáfrica, del que me había facilitado el teléfono otro colega, para contarle que Winnie Mandela me había concedido una entrevista y preguntarle si mi contacto era de fiar.

-Si vienes a Sudáfrica creyendo que vas a entrevistar a Winnie, olvídate de ello. Perderás el viaje y el tiempo. La última vez que me prometió una entrevista me dio plantón. Todavía no he logrado entrevistarla. Y eso que me conoce bien. Pero es una mujer informal y caprichosa que cambia de parecer a cada momento.
Si el representante sobre el terreno de uno de los principales medios internacionales y más decisivos a la hora de influir en la opinión pública occidental sobre el necesario fin del apartheid había recibido semejante trato, ¿qué le cabía esperar a la españolita representante de un periódico modesto?

Ya había leído lo suficiente sobre Winnie para saber que era el ser más imprevisible que existía sobre la tierra, alguien que volvía locos a los jueces. Cuando no se presentaba a juicio vestida de princesa xosha y hablando en zulú, lo hacía vestida a la última moda occidental pero con los colores del prohibido Congreso Nacional Africano. Por no hablar del miedo que le tenia la policía después de que rompiera el cuello a un agente que entró en su habitación mientras se estaba vistiendo para ser llevada a la cárcel, lo que en adelante haría que nadie quisiera ir a detenerla ni acercarse allí donde ella iba a dar un mitin. Era una mujer que conocía su poder, y que tenía fama de utilizarlo en cada momento según le viniera en gana.

Por ello, no hay entrevista para la que haya llamado más veces para reconfirmar lo que me habían confirmado ya horas antes o el día anterior: que sí, que tiene usted concedida la entrevista con la señora Mandela, pareció a punto de picarse mi contacto a la tercera o cuarta vez.

Sabía el esfuerzo que significaba para un periódico sin grandes recursos como Diario 16 enviar a una periodista al cono Sur de África que, como se hacía por esos días, era siempre en business y en el mejor hotel de la ciudad, entre otras cosas porque tenias que llegar fresca para saltar al terreno tras más de diez o quince horas de avión, que es lo que tardabas más o menos en llegar a otro continente, incluido Africa, cuando el punto de destino era Johannesburgo, con las consabida escala en Londres; y tambien porque para no perder comba, no convenía alejarse del meollo donde se concentran los grandes corresponsales y las facilidades para trabajar.
 
-Llámame cuando llegues – me dijo mi contacto como si al final tuviera él más motivos para dudar de mi que yo de él.

Así pues, en cuanto aterricé en Johannesburgo a las 9 de la mañana, me lancé como una posesa sobre el primer teléfono que encontré en mi hotel. Mi contacto, ese que todos los días había estado ahí a la misma hora, ya no estaba ahí, esperándome como me había dicho. Era viernes, el día en que debía tener lugar la entrevista. Tampoco parecía que Winnie se hubiera quedado esperándome en su casa.

-Esta fuera de la ciudad – dijo alguien –. Vuelva a llamar mañana.

Quien sabe donde estaría mañana alguien que se movía con tanta rapidez como cambiaba de opinión, mejor encontrarla hoy aunque tuviera que cruzarme el bush o desierto africano a pie. Además, tampoco estaba tan lejos, descubrí cuando alguien me dijo que estaba dando un mitin en un poblado a las afueras de Johannesburgo, uno de los más pobres y famoso por sus violentos disturbios. No era un lugar donde los blancos eran precisamente bien recibidos, me advirtió el taxista, pero allí nos lanzamos tocando la bocina para abrirnos paso en calles llenas de niños harapientos.

Cita en Soweto

Al llegar al mitin, me monte directamente en el improvisado escenario donde Winnie, micrófono en mano, arengaba al pueblo, flanqueada por un grupo de fornidos jóvenes del partido. Entre ellos estaba el que se presento como el joven con el que había estado hablando desde España, quien me recibió con una sonrisa de oreja a oreja y un gran apretón de manos. Era mi primer contacto con la gran afabilidad y afecto que en un instante puede despertarse en un africano. No solo era como si ya nos conociéramos de tiempo, sino como si en todo momento me hubiera estado esperando o supiera que iba a aparecer en el lugar más imprevisto. Si de verdad era una periodista, ya encontraría forma de dar con Winnie y su gente, debía pensar.
 
Respiré al ver cómo, al terminar su mitin, Winnie se paró ante mi mirándome de arriba abajo como diciendo ¿y este es el bicho raro que ha venido a entrevistarme desde España? antes de decidirse a darme la mano. Al menos sabía que venía a entrevistarla. Suponía que el hecho de haber venido hasta su mitin en este lugar inhóspito me había hecho ganar puntos, pero me miraba desde una gran altura, como si estuviera calibrando si le caía bien o mal. En ese mismo momento supe que de no gustarle algo en mí habría podido darme esquinazo para siempre.

-Mañana a las 4 -me dijo con la condescendencia de una  reina –. La espero en mi casa de Soweto - dijo antes de desaparecer como una diva sobre la alfombra roja del guetto, llevada en volandas por sus guardaespaldas hasta su coche. Por algo la llamaban La Reina de Soweto. Era una reina y se comportaba como una reina.

"La mayoría negra en Sudáfrica tiene que intensificar su lucha" fue el titulo que recibió en portada el 6 de febrero de 1990 la primera crónica que envié ese mismo día a raíz de su mitin.

El escepticismo de Winnie

David Owen, el primer ministro británico, que terminaba de visitar a Mandela en la cárcel había hablado por primera vez de él como futuro presidente; el propio presidente blanco sudafricano, De Klerk se refería a él como a un líder y en sus últimas declaraciones había anunciado la inminente legalización del Congreso Nacional Africano. En todas las manifestaciones ondeaban las pancartas con el lema "Mandela for president". Nelson Mandela había crecido a una estatura colosal como el preso más famoso del mundo. El primero destinado a pasar de la cárcel a la presidencia. Mucho más escéptica se mostró Winnie cuando, ya sentada junto a ella en el salón de su casa, le pregunté si ya se veía como primera dama.
 
"Visité ayer a Nelson en la cárcel y le puedo asegurar que quedan muchos problemas por resolver".

Entre las condiciones que todavía no se cumplían para un acuerdo estaba "el fin del estado de emergencia o la investigación de los asesinatos en las cárceles por los escuadrones de la muerte blancos". "Los pilares del apartheid continúan intactos". "Nosotros somos de la generación que aun estamos dispuestos a dialogar y a discutir las cosas. Los jóvenes ya no piensan así", me dijo en tono de advertencia, seguramente más destinada a poderes internacionales que me trascendían que a mí misma.

Winnie parecía ir a contracorriente de todos los que ya daban la victoria por buena. Con el tiempo he visto que solo era la única que no estaba dispuesta a ponérselo fácil al régimen blanco y a los poderes internacionales; a aceptar muchos de los términos, que hoy vuelven a estar en cuestión como son la renuncia por parte del CNA a la reforma agrafia y a nacionalizar el Banco Nacional y otras grandes empresas e instituciones claves para vertebrar el país y que estaban en su programa, o también la forma en falso con la que se cerraron los crímenes del apartheid. Tampoco a ella iban a ponérselo fácil desde el momento en que se convirtió en el personaje más incomodo para el buen nombre de Mandela y un proceso de transición casi de diseño.

Idolo caído

De ser la Madre de África, la Santa, o recibir calificativos como la Juana de Arco sudafricana, que se había ganado poniéndose al frente de las manifestaciones y desafiando las cargas policiales, o prestando asistencia a las familias negras más pobres, se convirtió en un ídolo caído de la noche a la mañana cuando fue acusada de complicidad en el asesinato de uno de sus seguidores, un adolescente de 14 años, Stompie Moeketsie, y la desaparición de otros cuatro a manos del club de Futbol Mandela fundado por ella.
 
Fue también cuando nos enteramos de que en poco tiempo había cambiado de casa, de coche y de que se había rodeado de una corte de guardaespaldas y de admiradores que vivían como una tribu a su alrededor; enseñoreándose de Soweto, violando a niñas e imponiendo su ley. La reina de Soweto (56 años, dos hijas) empezó a ser temida y odiada por sus vecinos.

Por ello, puedes encontrarte con el personaje más interesante del mundo, que te esté contando las cosas más impactantes del país que has ido a conocer, como sin duda estaba haciendo Winnie Mandela, pero hay ciertas preguntas obligadas que si tu no incluyes en tu entrevista ésta no puede considerarse periodísticamente completa. En el caso de Winnie estaban relacionadas con la reciente muerte del joven Stompie por uno de sus guardaespaldas y, según la rumorología del momento, siguiendo órdenes de la propia Winnie en un ataque de cólera.

He hecho entrevistas en situaciones de peligro, pero pocas en las que el miedo a la reacción del entrevistado me hiciera medir tanto las palabras que empleaba para llegar a la pregunta inevitable:

-Coincidiendo con el anuncio de la puesta en libertad de su marido, se ha publicado el inminente proceso de sus guardaespaldas, acusados del asesinato del joven Stompie, ¿qué implicación tuvo en ello y como cree que esto le va a afectar?

Rodeadas de sus llamados jóvenes panteras que asistían vigilantes a la entrevista, en una salita decorada con flores de plástico y hasta donde llegaba el olor a potaje especiado, el rancho colectivo, miraba de reojo las paredes preguntándome si seria en esta misma estancia, en la que la reina te recibía en audiencia, donde tuvo lugar el asesinato y si habrían borrado las huellas de sangre que aseguraba haber encontrado la policía en esta misma casa. Sabía que tenía ante mí a una mujer poderosa, como Kali, la diosa madre de la que tanto puedes granjearte su benevolencia como su cólera.

-Todo este asunto es un absurdo. Una manipulación del gobierno blanco y de las fuerzas de seguridad - Winnie parecía esperar la pregunta y respondió sin inmutarse.


-Pero también voces de su partido, el Congreso Nacional Africano, se han manifestado contra usted y pidieron la disolución de su Club de Futbol - insistí.

-En toda batalla, cuando hay una lucha por el poder, te encuentras con minisectores de las propias filas que no toleran a las personalidades que se vuelven demasiado relevantes.

Entonces como ahora, se dirimía ya el reparto de papeles entre los llamados a ser nuevos protagonistas de una nueva era. En 1962 Nelson Mandela entró en prisión, pero es durante los últimos 20 años, con Winnie como la principal animadora del CNA, cuando se da a conocer el nombre de su marido al mundo entero. Ahora parecía reclamar su lugar.

"Aunque esté bajo la sombra de un hombre como Nelson Mandela trato de proyectar la imagen de un ser individual". "En este país consideran a las mujeres menores permanentes, mi marido es considerado el guardián de su mujer. Ni siquiera puedo firmar un papel, porque soy una mujer negra". Negra y mujer, una doble segregación contra la que nunca ha dejado de luchar Winnie, lo que la ha convertido no solo en líder de los jóvenes panteras negros que adquieren un nuevo protagonismo en Sudáfrica con ella, también de las mujeres africanas.

Mujer de proverbial belleza
 
Para unos, Winnie era solo una cara bonita y que había sabido utilizar a la prensa con sus apariciones sorpresivas como nadie, para otros la revolucionaria y activista sin la que Nelson Mandela tal vez se habría muerto en el anonimato en la cárcel.

18 años más joven que Nelson Mandela, le conoció cuando se ofreció a hacer de correo para el CNA en la cárcel. De proverbial belleza, dicen que Nelson Mandela se enamoró locamente de ella. Y durante buen parte de los veinte años de presidio en los que Winnie hizo de portavoz de su marido, parecían un tándem imbatible.

Hasta que Winnie adquiere tanto protagonismo que se convierte en un problema. Indisciplinada con las estructuras del CNA, el propio Nelson Mandela trata, con ayuda de sus abogados, ponerle coto en vano desde la cárcel. Más radical que su marido, se atribuye a Winnie la formación en su casa de jóvenes revolucionarios que envía a la lucha armada. No obstante, o quizás por ello, sus apariciones públicas seguían suscitando un frenesí inigualable.

A sus 56 años, tenía ante mí a una mujer que retenía mucho de esa belleza proverbial que durante años había dado lugar a todo tipo de rumores sobre sus supuestos amantes más jóvenes, así que esta era otra de las preguntas obligadas:

-A los 20 años se casó con un hombre que estaba en la cárcel. ¿No resulto difícil para una mujer joven y bella prescindir de la presencia de su marido?
-Sabía que no me casaba con un hombre en su sentido físico, sino con una causa.

Todavía hoy ni ella ni sus fieles seguidores se han molestado en negar esa faceta de Winnie y se limitan a alabar "la discreción con la que llevó sus relaciones personales".

-¿Llegará a borrarse tanto resentimiento acumulado contra los blancos? - le preguntaba al final de la entrevista.

-Hay una parte de la población negra que está muy resentida con estos blancos racistas que nos gobiernan, el gobierno de una minoría nazi, pero no contra los blancos como ciudadanos. Creemos que este país pertenece a todos los que vivimos en él. Sabemos que no podemos desear la expulsión de ninguna comunidad. Solo reclamamos el principio de un hombre, un voto; el de un país democrático y unido en el que todos podamos vivir codo con codo.

Hoy, 23 años después, a punto de desaparecer Nelson Mandela, el resentimiento sigue en pie, pero no tanto contra los blancos como contra esos mismos compañeros de camino, como Ramafosa, los Mbeki y los Zuma, antiguos miembros del CNA que hoy se han convertido en los negros más millonarios de Sudáfrica.

La reivindiación de Winnie Mandela 
 
Visto ahora con la perspectiva del tiempo y también de la propia trayectoria de Winnie, pienso que tal vez no era tan visceral y arbitraria como le gustaba parecer.

¿Por qué una periodista desconocida de un medio modesto y de un país tan poco significante para la opinión pública internacional en relación con el apartheid tenía el honor de ser recibida en exclusiva por la mujer más poderosa de Sudáfrica?

No era un secreto que Winnie desconfiaba de los grandes medios de comunicación occidentales y de la arrogancia que se atribuían para dictar lo que era bueno o malo para Sudáfrica, así que debía tener muy claro que su última gran entrevista como portavoz y símbolo de la resistencia contra el apartheid no sería para aquellos a los que consideraba vinculados a los gobiernos que más estaban influyendo en las negociaciones entre blancos y negros, y tratando de pilotar la transición de Sudáfrica a su favor. Tal vez simplemente pensó que al ser una periodista que procedía de un país que había salido de una dictadura podría entenderla mejor. Pero eso nunca lo sabré. Igual que nunca sabré si sólo fue la buena suerte o la casualidad la que me brindó el privilegio de ser la primera periodista occidental que pudo entrevistar a Nelson Mandela, mientras el resto de periodistas llegados del mundo entero se habían congregado a la puerta de su casa sin poder entrar. No en vano fue uno de los representantes de las juventudes del CNA cercano a Winnie quien me llevo hasta él.

Al recordar las dos entrevistas con las que abrí y cerré un mes de crónicas diarias que fueron buena parte de los días portada de Diario16, no puedo dejar de pensar en Winnie y Nelson Mandela como en la noche y el día, la luz y su sombra, en el sentido mas junguiano de la palabra “sombra”, eso de lo que la conciencia trata de deshacerse para enterrarlo en el agujero negro del inconsciente. Eso mismo que el inconsciente se encarga de devolver en cuanto puede a la superficie, como hace la resaca al devolver sobre la playa lo que guarda el fondo del mar. Esa figura de Winnie que todos los encargados de pilotar la transición pacífica en Sudáfrica y elevar a Nelson Mandela a la santidad, han querido enterrar una y otra vez en el olvido, borrarla de la faz de la tierra, hacer como si nunca hubiera existido y, ahora, llevarla de nuevo a la cárcel, ha vuelto. Y ha vuelto para quedarse. “No puedes destruir la figura de Winnie sin destruir el relato de la revolución y la historia de Sudáfrica”, dice Abuy Nfubea, líder del movimiento panafricano en España.

"En cuanto Nelson Mandela desaparezca, todo el consenso del Congreso Nacional Africano saltará por los aires y se romperá en mil pedazos", augura Abuy.

No es casualidad que ahora que Nelson Mandela se encuentra en lo que parecen sus horas finales y todos compiten por su legado y legitimación política, se haya reabierto el proceso contra Winnie Mandela por el joven Stompie. Pero si el gobierno racista blanco no pudo con ella, ¿cómo pensar que el gobierno negro de aquellos que fueron sus compañeros de lucha podrán con ella?
 



















2 comentarios:

  1. muchas gracias Pepa por compartir estas interesantes entrevistas. Leí la biografía de Mandela hace unos años y todo lo que pasó con Winnie y esta era una pieza que me faltaba. Me ha aportado mucho su lectura. Estoy escribiendo un libro que se titula "Píldoras contra la Apatía", que trata del recorrido personal de un adolescente que pasa de ser un nini a un sisi a través de la lectura y conversaciones compartidas con su "mentora", una entrañable abuela feminista que soñó con la arena bajo los adoquines de París, de relatos sobre temas importantes de nuestro tiempo (ecología, minorías, desigualdad, violencia, modelos de sociedad y personajes). Por si quieres darte una vuelta por mi blog en el que aparecen muchas de las "Píldoras", ahí te lo dejo: www.blixenlamujerdelaspalabras.wordpress.com

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  2. Cierto, Bettina, el apartamiento de Winnie, una mujer sin duda polémica, de toda vida oficial, dejó en Sudáfrica una especie de hueco en el relato de la revolución y de la lucha contra el apartheid que la historia se encargará de poner en su sitio en algún momento.
    En cuanto a tu libro suena muy bien. Me pasaré por tu blog. Un abrazo y ¡adelante con la escritura!

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